Балбес
TONTITO
En casi todas las casas de nuestra aldea vivía un perro. Solo un vecino no gozaba de dicho animal, el vendedor Timofeo. Qué a fin de cuentas decidió apropiarse de uno. Un día de vacaciones Timofeo fue al mercado de Moscú y compró un perro que no tenía el más mínimo pedigree.
-¿Qué tipo de perro es? - le preguntó Ana (la hija de Pedro) mientras el vendedor se paseaba con él delante de nuestra casa.
-¡Qué cosas me preguntas! - respondió Timofeo con un bufido - Su nombre es Tontito.
-Bueno quizás sea un buen perro guardia.
El vendedor se encogió de hombros:
-Ya veremos.
Y Timofeo tenía razón, lo vimos esa misma noche. Cuando toda la aldea dormía, Tontito empezó a gemir de una manera espeluznante hasta las altas horas de la mañana.
Esa mañana Ana fue a casa de Timofeo a regañarle:
-¿Porqué pegas al perro? ¿Qué te ha hecho el pobre?
-¿Cómo que le pego? -respondió Timofeo ofendido.
-Por la noche aullaba de dolor. Daba miedo.
-¡No le he puesto ni un dedo encima!
-Entonces quizás le duela algo.
-No le duele nada. Si se acaba de comer un bol de sopa.
-¡Yo te aviso, como no le dejes en paz, redactaré una queja! -le amenazó Ana.
Durante los siguientes días la historia se repitió: por la noche Tontito aullaba y por la mañana alguien iba a reñir a Timofeo. El vendedor estaba al borde de las lágrimas.
-Deberías devolverlo a su dueño - le recomendó Mitrich -. No es un perro normal, es que parece el sabueso de los Baskerville!
-¿Y a estas alturas como encuentro a su dueño?
-Entonces llévalo al menos al veterinario. Que por su culpa vamos a desarrollar un insomnio crónico.
Timofeo no tenía elección, un día laboral cerró su tienda y se llevó a Tontito en tren al pueblo. Volvió por la tarde.
-¿Qué te han dicho? -le pregunto Mitrich.
-El veterinario ha dicho que está sano -respondió tristemente Timofeo-. Pero tiene un defecto.
-¿Cuál?
-El defecto del habla. Él no sabe ladrar, por eso aulla. Y no le podemos hacer nada.
-¡Guau! -Mitrich estaba sorprendido- Bueno pues que viva. Quizás nos acostumbremos.
Una vez que todos supieron lo del defecto de Tontito, les dio pena y le traían al vendedor algún dulce para el perro. Los habitantes se acostumbraron a los aullidos, porque sabían que Timofeo no pegaba al perro, sino que este ladraba así.
Pero tres meses más tarde, por la noche, en la tienda que se encontraba enfrente de la casa de Timofeo entraron dos ladrones. Tontito se percató enseguida y empezó a aullar de un modo de lo más espeluznante. Su aullido daba tanto miedo que asustó a todos los aldeanos que dormían. Y para los ladrones que no lo conocían fue aún peor, casi se vuelven locos. Del susto, soltaron todos los bienes y huyeron.
Desde entonces empezaron a respetar a Tontito en la aldea y le traían aún más comida rica. Y cuando llego un policía para investigar el robo proclamó que el perro no tenía ningún defecto, sino una bendición; y le pidió a Timofeo que le vendiese a Tontito.
-¡Ni habar! -respondió Timofeo.
Y tomó la decisión correcta porque en ningún rincón del mundo hay otro perro con un defecto tan inusual: el defecto del habla.
En casi todas las casas de nuestra aldea vivía un perro. Solo un vecino no gozaba de dicho animal, el vendedor Timofeo. Qué a fin de cuentas decidió apropiarse de uno. Un día de vacaciones Timofeo fue al mercado de Moscú y compró un perro que no tenía el más mínimo pedigree.
-¿Qué tipo de perro es? - le preguntó Ana (la hija de Pedro) mientras el vendedor se paseaba con él delante de nuestra casa.
-¡Qué cosas me preguntas! - respondió Timofeo con un bufido - Su nombre es Tontito.
-Bueno quizás sea un buen perro guardia.
El vendedor se encogió de hombros:
-Ya veremos.
Y Timofeo tenía razón, lo vimos esa misma noche. Cuando toda la aldea dormía, Tontito empezó a gemir de una manera espeluznante hasta las altas horas de la mañana.
Esa mañana Ana fue a casa de Timofeo a regañarle:
-¿Porqué pegas al perro? ¿Qué te ha hecho el pobre?
-¿Cómo que le pego? -respondió Timofeo ofendido.
-Por la noche aullaba de dolor. Daba miedo.
-¡No le he puesto ni un dedo encima!
-Entonces quizás le duela algo.
-No le duele nada. Si se acaba de comer un bol de sopa.
-¡Yo te aviso, como no le dejes en paz, redactaré una queja! -le amenazó Ana.
Durante los siguientes días la historia se repitió: por la noche Tontito aullaba y por la mañana alguien iba a reñir a Timofeo. El vendedor estaba al borde de las lágrimas.
-Deberías devolverlo a su dueño - le recomendó Mitrich -. No es un perro normal, es que parece el sabueso de los Baskerville!
-¿Y a estas alturas como encuentro a su dueño?
-Entonces llévalo al menos al veterinario. Que por su culpa vamos a desarrollar un insomnio crónico.
Timofeo no tenía elección, un día laboral cerró su tienda y se llevó a Tontito en tren al pueblo. Volvió por la tarde.
-¿Qué te han dicho? -le pregunto Mitrich.
-El veterinario ha dicho que está sano -respondió tristemente Timofeo-. Pero tiene un defecto.
-¿Cuál?
-El defecto del habla. Él no sabe ladrar, por eso aulla. Y no le podemos hacer nada.
-¡Guau! -Mitrich estaba sorprendido- Bueno pues que viva. Quizás nos acostumbremos.
Una vez que todos supieron lo del defecto de Tontito, les dio pena y le traían al vendedor algún dulce para el perro. Los habitantes se acostumbraron a los aullidos, porque sabían que Timofeo no pegaba al perro, sino que este ladraba así.
Pero tres meses más tarde, por la noche, en la tienda que se encontraba enfrente de la casa de Timofeo entraron dos ladrones. Tontito se percató enseguida y empezó a aullar de un modo de lo más espeluznante. Su aullido daba tanto miedo que asustó a todos los aldeanos que dormían. Y para los ladrones que no lo conocían fue aún peor, casi se vuelven locos. Del susto, soltaron todos los bienes y huyeron.
Desde entonces empezaron a respetar a Tontito en la aldea y le traían aún más comida rica. Y cuando llego un policía para investigar el robo proclamó que el perro no tenía ningún defecto, sino una bendición; y le pidió a Timofeo que le vendiese a Tontito.
-¡Ni habar! -respondió Timofeo.
Y tomó la decisión correcta porque en ningún rincón del mundo hay otro perro con un defecto tan inusual: el defecto del habla.